En este 28 de mayo, Día Mundial de Acción por la Salud de las Mujeres, desde FeSMC-UGT reclamamos una mayor implicación de las empresas y los poderes públicos en la integración global y efectiva de la perspectiva de género en las políticas de seguridad y salud en el trabajo. Es imprescindible que se valoren y analicen los factores que influyen en la salud de las mujeres, dado que estos pueden influir en su bienestar físico y mental en el trabajo, incluyendo aspectos como la menstruación y la menopausia.

El factor de género sigue siendo la asignatura pendiente en la gestión de la prevención de riesgos laborales. En la mayoría de las ocasiones, la perspectiva de género en la gestión de la salud laboral queda reducida a la prevención y protección de las trabajadoras durante los periodos de embarazo y lactancia que, aun siendo fundamental, es insuficiente. La realidad es que existen amplias diferencias de género en la exposición a los riesgos laborales en general, en la prevención de estos y en las diferentes consecuencias que tienen para la salud, que deben ser tenidas en cuenta.

La segregación horizontal del mercado laboral provoca una diferenciación en la exposición de mujeres y hombres a los riesgos profesionales. Los trabajadores ocupan puestos de trabajo en los que priman los riesgos físicos, más “tradicionales” y visibles, mientras que las mujeres ocupan trabajos con mayor exposición a riesgos psicosociales, cuya evaluación y prevención a menudo se desatiende por las empresas, y que derivan en patologías, accidentes y enfermedades que no tienen un adecuado reflejo en las estadísticas de siniestralidad laboral.

Los sectores más feminizados presentan también una mayor precariedad laboral y peores condiciones para conciliar la vida personal, familiar y profesional, factores con influencia directa en los riesgos psicosociales. No es extraño, por tanto, que las mujeres presenten una mayor prevalencia de problemas de salud mental que los hombres, en concreto, los que están asociados a altos niveles de estrés laboral, y que perciban una mayor incidencia en su salud de los riesgos psicosociales de origen laboral. Es necesario evaluar adecuadamente los riesgos psicosociales e impulsar la implementación en las empresas de programas de bienestar y apoyo psicológico para ayudar a mitigar estos efectos, así como implementar medidas para fomentar la corresponsabilidad.

La falta de flexibilidad horaria en sectores con mayor presencia de trabajadoras, sumada al hecho de que las mujeres siguen enfrentando una carga doméstica y de cuidados mayor que la de los hombres, expone a las trabajadoras no solo a factores psicosociales sino también a riesgos de seguridad. Una muestra de ello la encontramos en los datos de accidentes in itinere, que son aquellos que se producen en el trayecto de casa al trabajo y viceversa. En 2024, se produjeron 87.986 accidentes con baja in itinere, afectando en mayor medida a las trabajadoras, que sufrieron el 54% de los accidentes frente al 46% de los trabajadores. A diferencia de otras profesiones que permiten un margen amplio de llegada, los empleos que carecen de flexibilidad horaria o de organización del trabajo pueden incrementar el riesgo de accidentes.

Las políticas que promueven la igualdad de género repercuten positivamente en la salud de las trabajadoras.

Además, la discriminación y el acoso sexual son problemas persistentes en muchos lugares de trabajo y que afectan a la salud de las mujeres, lo que subraya la necesidad urgente de crear entornos laborales seguros y equitativos. Las políticas que promueven la igualdad de género repercuten positivamente en la salud de las trabajadoras.

Pero es necesario poner el foco en el ciclo menstrual, un proceso natural que puede influir en el bienestar de las mujeres en el trabajo. Los síntomas del síndrome premenstrual (SPM), que incluyen calambres, fatiga y cambios de humor, pueden resultar incapacitante y afectar a la calidad de vida laboral, al igual que las menstruaciones dolorosas. Pero no queremos poner solo el foco en las mujeres que sufren un dolor menstrual incapacitante, que desde el 1 de junio de 2023 pueden solicitar baja laboral, sino también en las trabajadoras que no pueden atender sus necesidades durante el periodo menstrual por las estrictas políticas sobre el uso del baño y los descansos y en las trabajadoras que no tienen un centro de trabajo físico, como conductoras de autobuses o mujeres que trabajan al aire libre, que cuentan con dificultades para acceder a un aseo, porque en estos días que precisan de tiempo y lugar adecuado para un aseo y una higiene correcta.

Por ello, es crucial que las empresas implementen políticas que reconozcan estas necesidades y preserven la salud de las trabajadoras durante este periodo. La sensibilización al ciclo menstrual debe implementarse en los convenios colectivos y en toda la documentación relacionada con los derechos de las trabajadoras.

Asimismo, la menopausia y la perimenopausia representan etapas significativas en la vida de las mujeres, con síntomas que pueden incluir sofocos, insomnio y problemas de concentración, entre otros. Las organizaciones deben estar preparadas para ofrecer apoyo y recursos que faciliten esta transición, tales como talleres sobre salud y bienestar, y un ambiente laboral que fomente el diálogo abierto sobre estos temas.

En definitiva, es fundamental dotar de perspectiva de género a la gestión preventiva en su conjunto, desde la fase de diseño de los espacios y equipos de trabajo, a la organización de la actividad, las evaluaciones de riesgos y el planteamiento de medidas preventivas y de protección, y al análisis de los datos de siniestralidad, teniendo en cuenta la influencia de la segregación horizontal, vertical y la precariedad laboral que afecta en mayor medida a las mujeres.

Desde el sindicato, nos comprometemos a impulsar la integración efectiva de la visión de género en la gestión preventiva a través de la acción de las delegadas y delegados de prevención y los comités de seguridad y salud, y también mediante la negociación colectiva, promoviendo la igualdad de manera transversal en las negociaciones y priorizando la salud mental de todas las personas trabajadoras a través de la aplicación de medidas como la flexibilización de horarios y la organización del trabajo, el fomento de la conciliación y corresponsabilidad y la evaluación y protección frente a los riesgos psicosociales.

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