Siempre he defendido el papel de las organizaciones sindicales como instrumentos para transformar la realidad, principalmente la realidad de los trabajadores y las trabajadoras y, por extensión, de la propia sociedad.

Esa transformación, decididamente hacia el progreso, se focaliza en el ámbito laboral a través de la negociación colectiva y el Diálogo Social. Pero los sindicatos de clase, como la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores, también tenemos una responsabilidad en la defensa de cuestiones que van más allá de los estrictamente laboral.

En este sentido, si bien el marco profesional y de la actividad productiva es nuestro espacio natural y creo sinceramente que debe ser el foco prioritario de nuestra acción, no debemos obviar que nuestro ADN progresista, social y de clase nos aboca –y así ha sido a lo largo de nuestra historia– a asumir una responsabilidad trascendente cuando se trata de combatir desde la dialéctica y la acción cualquier corriente ideológica, económica o política que pueda suponer una amenaza para el Estado de bienestar –un concepto originalmente europeo y socialdemócrata– que ha garantizado en las últimas décadas un grado de igualdad, equidad y solidaridad nunca antes vivido por la ciudadanía de cualquier país occidental.

De la misma forma que sería un error para las organizaciones sindicales de clase llevar a cabo una inmersión plena en ámbitos exclusivamente políticos, lo que supondría desanclarnos de aquello que nos dota de sentido, de nuestra esencia, es decir, de la lucha por la defensa y mejora de los derechos de las trabajadoras y los trabajadores en el marco de las relaciones laborales; también sería un error –en este caso histórico– permanecer ajenos o pasivos al momento político e ideológico que vivimos en el mundo.

Un sindicato como UGT ha sido, en sus más de 130 años de historia, una organización que siempre dio la cara en defensa de los principios que han sostenido el progreso de la sociedad bajo premisas de libertad, solidaridad y justicia social.

Por esa razón, ante el rumbo ideológico ultraconservador y anarcocapitalista que inspira las acciones de países determinantes en la estabilidad geopolítica y económica mundial, y que está suponiendo una amenaza real para el modelo de vida que defendemos y para el bienestar presente y futuro de la ciudadanía, debemos implicarnos de lleno en la denuncia de aquellos que sólo buscan el hundimiento del Estado de bienestar y en el modelo de sociedad que ha construido Europa. Nuestra acción, nuestra experiencia, nuestra capacidad de movilización, interlocución y penetración social deben servirnos para aglutinar, consolidar y liderar un movimiento transversal en el que todas las organizaciones sociales y políticas que nos movemos en un marco ideológico progresista actuemos coordinadamente y de manera conjunta en el fortalecimiento de la democracia y en defensa de nuestros principios.

Este Primero de mayo, como ha señalado nuestro Secretario General de UGT, Pepe Álvarez, es «profundamente ideológico». Por eso es un buen momento para que se visibilice la capacidad de los trabajadores y las trabajadoras para mantener el rumbo cuando la mar anda revuelta, para estabilizar la nave cuando hay turbulencias, para expresar lo que pensamos y actuar en consecuencia. En definitiva, para parar los pies a quienes, desde una concepción del mundo profundamente ultra y conservadora que se expresa a través de la amenaza y la coacción, pretenden la involución, la confrontación y el colapso del modelo social europeo y de los valores que lo sostienen.

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