Los argumentos son ya conocidos, los venimos repitiendo, una y otra vez, desde hace meses. La petición, casi una exigencia, no deja de ser necesaria por obvia: los trabajadores y las trabajadoras de este país necesitan ver incrementados sus salarios de forma suficiente.

¿Y qué es suficiente? Pues incrementos que garanticen, por lo menos, que en los próximos tres años no vamos a perder poder adquisitivo, no vamos a empobrecernos, a causa de la inflación galopante que padece nuestra economía y que genera un encarecimiento progresivo de productos y servicios. En definitiva, vivir hoy cuesta más que hace un año. Y el impacto de este contexto inflacionista no es igual para todos: hay personas trabajadoras, miembros de una sociedad desigual, que llegan a esta situación con la mochila más cargada de piedras y la cartera más vacía que otros.

Trabajadores y trabajadoras especialmente vulnerables

Y en la federación de Servicios, Movilidad y Consumo sabemos bien de lo que hablamos. Representamos a profesionales de actividades vinculadas a los servicios que, en muchos casos, llevan años con convenios muy justitos salarialmente hablando.

Es verdad que cuando hablamos de calidad laboral, debemos tener una visión global, es decir, contemplar todos los parámetros que hacen de un convenio un marco normativo que venga a garantizar unas buenas, y mínimas, condiciones de trabajo en distintos ámbitos: conciliación, igualdad, jornada, salarios, formación, contratación, etc. Sin embargo, ahora mismo, en las actuales circunstancias, la prioridad son los salarios. Pero voy más allá: en cualquier circunstancia, el salario, siempre será uno de los elementos con más peso en cualquier negociación de convenio. Si preguntamos a cualquier trabajador o trabajadora qué es lo que más impacto tiene en su calidad de vida reconocerá, entre los dos primeros, el salario.

Por eso mismo, esta coyuntura adversa que afecta a todos los actores de la actividad productiva pero, especialmente, a las economías domésticas, va a afectar muy negativamente -ya lo está haciendo- a los trabajadores con salarios más bajos, a los que hacen malabares para llegar a fin de mes, a los que terminan su jornada laboral, cada día, y se van a su casa con el gesto torcido y contrariado porque tienen la sensación de que algo no cuadra.

Es obvio: sin unión no hay presión

Pues bien, me quiero dirigir a todos esos trabajadores y trabajadoras, para decirles que sindicatos como UGT van a luchar, en todas las mesas de negociación, para que se garanticen subidas salariales y se vinculen a la subida del IPC, a través de clausulas de revisión salarial. Pero para eso necesitamos que se comprometan en esa lucha. Nuestros delegados y delegadas en las empresas se van a dejar la piel, ya lo hacen, pero es importante que aquellos que compartan estas reivindicaciones se sumen activamente a la acción porque son las primeras víctimas de la situación, que apoyen a los sindicatos, hagan huelga si hay que hacerla, acudan a las movilizaciones y levanten la voz.

La lucha por los derechos de las personas trabajadoras se compone de un binomio indisoluble: organizaciones sindicales y personas trabajadoras. Si solo son nuestros delegados y delegadas los que están en primera línea, los que negocian, los que dan la cara, los que se desgastan, los que asumen riesgos, no lograremos la totalidad de los objetivos. Detrás necesitamos a todas las personas que crean que merece la pena luchar por lo que es justo y, especialmente, las que están recibiendo los peores golpes de esta crisis.

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