Como suele decirse, la realidad, muchas veces, supera la ficción. Y, en este caso, la realidad a la que nos arroja el sector financiero de este país, la banca, es tan cruda que no parece ni real: más de 12.000 son los empleos que pretenden liquidar en el sector financiero español, más de 12.000 hombres y mujeres que, según el criterio de los directivos de entidades como BBVA y CaixaBank, sobran, y lo dicen como el que le pide al carnicero que le quite toda la grasa a los entrecots de buey que le está preparando para la barbacoa del sábado. Es, sencillamente, despreciable, por no utilizar calificativos más gruesos que impedirían la publicación de este texto en cualquier medio (aun arriesgándome a iniciativas judiciales que podrían dar con mis huesos en la cárcel, y sin ser rapero).
Sin entrar en lluvias de datos -ya lo han hecho los medios de comunicación con buen criterio y profesionalidad- que sonrojarían al revelar las groseras paradojas entre esta obsesión enfermiza por el despido masivo que tiene tan interiorizada la élite ejecutiva del financiero patrio y los sueldos y bonus multimillonarios que se embuchan en cada ejercicio; la soltura para concluir, desde el minimalismo estético de sus enmoquetados despachos, que el factor humano es innecesario en Banca y que la digitalización (muy mal entendida por su parte) es el único instrumento válido para el cliente; la paradoja de premiar con el despido a tantos hombres y mujeres que durante la crisis iniciada en 2008 (Gran Recesión) tuvieron que dar la cara en las sucursales bancarias ante miles de clientes indignados para tapar las vergüenzas de esos ejecutivillos que habían jugado a ser Gordon Gekko, diseñando productos tan complejos que ni sus propios trabajadores entendían, pero tenían que “colocar” a toda costa a los clientes de toda la vida, también trabajadores. La Banca, esta Banca que pretende liquidar más de 12.000 empleos de un manotazo en plena crisis económica, social y sanitaria, que fue culpable -junto a constructoras, promotoras y tasadoras inmobiliarias, y la complicidad de los Gobiernos, incapaces de contradecir a los gurús y aprendices de brujo de la cosa económica: “es el mercado, amigos”- de inflar una burbuja que nos estalló en la cara a los de siempre: los trabajadores y las trabajadoras. Estos señores de la Banca que gestionaron multimillonarias ayudas públicas porque sus entidades eran sistémicas, es decir, necesarias para el Sistema.
120.000 empleos destruidos en 13 años
La Banca ha destruido 120.000 empleos desde el inicio de la crisis de 2008, es decir, en los últimos 13 años. Y siguen. El último despropósito que viene a engrosar esta sangría lo protagonizan BBVA y CaixaBank, como señalábamos al inicio de este artículo. El Gobierno ha expresado su rechazo a este exceso injustificado y totalmente extemporáneo. La vicepresidenta segunda del Gobierno, Nadia Calviño, y la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, han sido explícitas en sus afirmaciones. También han apelado al Banco de España para que ponga coto a este desmán (aunque ahí, ya les decimos, desde la humildad, que han tocado hueso: sólo hay que echar un vistazo al historial de tibieza y sumisión con el sector financiero que viene demostrando esta institución pública). No es suficiente: el Gobierno debe ir más allá de las palabras y actuar. Si no se impide este atropello, volverán a ser cómplices indirectos de un abuso -otro más- propio de países oligárquicos y no de una democracia europea, como se presupone a la española. Al igual que otros gobiernos de la reciente historia de nuestro país -de uno y otro color- que no supieron o quisieron, por pasividad, proteger a la ciudadanía de la tormenta que se avecinaba.