El anteproyecto de Ley de Representación Paritaria de Mujeres y Hombres en los Órganos de Decisión, que fue aprobada ayer por el Consejo de Ministros y Ministras, hará obligatorio que los criterios de igualdad se cumplan en múltiples ámbitos de la sociedad: listas electorales, el sector público estatal, sociedades cotizadas, grandes empresas y colegios profesionales, entre otros. Por ejemplo, en el caso de los consejos de administración de las compañías cotizadas, se establece que éstos deben tener, como mínimo, un 40% de presencia de mujeres.

Este es un paso más, muy importante, en la lucha del feminismo y de las sociedades progresistas para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres. Y es especialmente trascendente porque cualquier lucha, cualquier reivindicación, necesita de decisiones de calado para que las cosas cambien con mayor celeridad y contundencia. Y esto se logra con decisiones políticas y ejecutivas, ya sea en el ámbito público, institucional o empresarial.

La lucha histórica del feminismo necesita una Ley como esta, una Ley que estimule la presencia de mujeres allí donde se toman las decisiones importantes. A partir de ahí, acceder a los máximos cargos y responsabilidades de carácter ejecutivo será cuestión de tiempo, a pesar de las trabas y zancadillas que seguirán poniendo muchos en el camino hacia la igualdad.

Cuando tengamos más presidentas de gobiernos, más consejeras delegadas, más secretarias generales, más directoras generales, más generalas en los ejércitos, más comisarias de policía… se producirá, necesariamente, un salto cualitativo en los cambios que aún nos quedan para la igualdad plena.

Personalmente, reconozco que me frustra como ciudadano no ver mujeres que asumen liderazgos del máximo nivel en política, en la sociedad civil y en el sector privado porque no les dejan, porque ir cortando la malla de dificultades impregnada de machismo, prejuicios, conservadurismo, insolidaridad y desigualdad es una tarea ardua que necesita de apoyo institucional, de decisiones ejecutivas que son cumplidas por ley, o porque quien las dicta, quien las manda, tiene la autoridad reconocida para que se ejecuten.

Es vergonzoso ver imágenes, cada año, del Consejo General del Poder Judicial, de órganos rectores de instituciones, de consejos de administración de empresas, de reuniones de primeros ministros en Europa, o en la ONU, o en otros organismos internacionales, en los que hay una abrumadora mayoría de hombres. ¿Cómo es posible que en España sólo haya cuatro presidentas de Comunidad Autónoma y 15 presidentes, contando las dos ciudades autónomas? ¿Cómo asumir que en la historia de nuestra democracia aún no haya habido una presidenta del Gobierno? ¿Cómo ver con normalidad que de las 35 grandes empresas del IBEX, sólo dos tengan una mujer como presidenta o CEO?  ¿Cómo puede ser que una mujer nunca haya ocupado la Secretará General de la ONU desde el año de su fundación, en 1945?

Estos son algunos ejemplos, tomados al azar, que ponen de manifiesto la importancia de leyes como la que se acaba de aprobar en España. Aún así, queda camino por recorrer. La lucha del feminismo por la igualdad, continúa. Y hoy, 8 de marzo, volvemos a reivindicarla llenando las calles, con unidad y con argumentos.

Otras opiniones