Si el pistoletazo de salida lo dio Telia, con 1.500 salidas, pronto le tocó el turno a Telecom Italia (TIM) y casi a continuación, Vodafone Italia.
El caso de la transalpina incide en su profunda crisis, financiera, de gobernanza e incluso identitaria. Las continuas pugnas internas por su control, fuertemente condicionadas por los vaivenes políticos internos, junto con su enorme deuda financiera (23.000 M€ para una empresa con un valor bursátil de apenas 30.000), que incluso le han hecho poner en venta su red fija. El saldo de tan clima es el habitual: despidos, en este caso hasta 2.000.
La fórmula elegida es la misma que en años precedentes, cuando eliminó otros 1.200 empleos: acuerdo con los sindicatos para ejecutar salidas voluntarias bajo la fórmula de la “isopensione”, que permite a los interesados/as jubilarse hasta 7 años antes del plazo establecido por ley (sobre los 60 años y 9 meses), accediendo a la pensión de jubilación anticipada (aunque la carga financiera de este procedimiento lo asume la empleadora). TIM emplea a unas 40.000 personas, por lo que este plan afectaría a un 5% de la plantilla.
El caso de Vodafone Italia es semejante: la reducción de costes se impone (en noviembre de 2022, el grupo anunció un plan de ahorro de 1.000 millones de euros) proponiéndose así 1.000 despidos en Italia (que sumados a los de TIM elevan la cifra a 3.000 en la bota de Europa) y otros 1.300 en Alemania (un 17% y 6% del total de empleados, respectivamente).
En resumen: casi 6.000 despidos en el sector telco europeo en lo que llevamos de 2023. Una auténtica barbaridad pero con ínfima repercusión mediática, seguramente explicable por la “histórica costumbre” de nuestro sector en este modo de proceder; y por otra parte, la omnipresencia en prensa de los ajustes laborales en las big tech, cuando tales despidos, en su mayoría, son fuera de nuestras fronteras.