A estas alturas del año 2023 es previsible que los problemas para el presente curso sindical, económico y laboral que comienza sean, en gran parte, los mismos contra los que venimos luchando desde el año 2022: inflación de precios, precariedad salarial en actividades vinculadas al sector servicios, subida brutal de los tipos de interés y síntomas de caída en el consumo y de ralentización de la economía. Esto último, a causa de la estrategia de efectos perversos del Banco Central Europeo de subir el Euribor (desde el 0% hasta el 4,5% en algo más de un año, el índice más alto en dos décadas) para combatir la inflación.

En consecuencia, una parte de la sociedad, trabajadores y trabajadoras, están siendo víctimas de una paradoja inquietante: los datos macroeconómicos de la economía española son positivos, con previsión de crecimiento en el corto plazo; sin embargo, la realidad de las economías domésticas -la economía real- está deteriorándose de manera progresiva. Sirvan dos ejemplos palpables: por mucho que siga la tendencia de reducción de la inflación, la cesta de la compra -paradigma de un gasto necesario, obligado, para las familias- está absolutamente fuera de control: los datos de agosto revelan un encarecimiento del 10,5%. A esto podemos añadir que en el curso de un año, el coste mensual de las hipotecas de las familias españolas se ha multiplicado por dos –grosso modo, una familia que pagaba 500 euros al mes, ahora paga 1.000-, el mercado de alquiler, con precios desquiciados… Por no hablar de un fenómeno que priva a muchas familias trabajadoras de un merecido disfrute vacacional. Este verano hemos podido comprobar que los excelentes resultados de facturación, beneficios, ocupación, etc., del sector turístico y hostelero responden, en gran medida, a unos sobreprecios -subidas del 30% respecto a hace un año- que pagan mayoritariamente los turistas extranjeros -con  mayor poder adquisitivo- dejando fuera a trabajadores y trabajadoras residentes en España que han tenido que ver la playa o la montaña en las imágenes del telediario que ilustraban las noticias sobre el fenómeno turístico español de sol y playa. ¡Qué bien va el sector!

El BCE y su lucha suicida contra la inflación

En definitiva, los buenos datos de la economía española, sus buenas perspectivas, incluso los positivos efectos que han tenido muchas de las medidas adoptadas por el Gobierno de la nación y la participación de las organizaciones sindicales UGT y CCOO, pueden quedar en poco o en nada si continúan tensionándose las economías domésticas de una parte de la sociedad -la que vive con los salarios y los empleos más precarios, especialmente en el sector Servicios- a causa de las maniobras inmorales para sobrepreciar, más allá del IPC, productos y servicios con la excusa de un contexto inflacionista, sumado a las decisiones unilaterales de instrumentos aparentemente independientes y desideologizados (¡mentira!) que actúan en coherencia con el capitalismo más ultra: me refiero al Banco Central Europeo y sus “halcones” comandados por la señora Christine Lagarde, cuyo empecinamiento en seguir subiendo tipos de interés está situando las economías de los Estados de la Unión al borde de la recesión. Y España, a pesar de haber hecho los deberes con nota, será también víctima de la situación.

Dolor para los de siempre

El problema es que, como suele suceder si atendemos a anteriores crisis, contando desde la Gran Recesión de 2008, pasando por la pandemia y llegando hasta la actual, de inflación de precios y subida de tipos, serán los trabajadores y las trabajadoras con peores salarios y empleos más precarios, los que terminen pagándola. Porque está comprobado: en estas crisis, las mayores rentas acumulan mayor riqueza, las clases medias pierden poder adquisitivo y soportan la situación tirando de ahorros o ajustando gastos, y el “precariado” acaba profundizando su situación de “trabajador pobre” (tengo empleo, pero no llego a fin de mes), en unos casos, y de “desafiliado” en otros, utilizando la terminología del sociólogo Robert Castel. Este es el último eslabón de la cadena de damnificados por la/s crisis: aquellos que vivían como podían, pero manteniendo la dignidad y su papel en sociedad, pero por circunstancias económicas y sociales sobrevenidas, se ven dejando su casa para volver con sus padres, quedándose sin trabajo o yendo a engrosando las filas de los comedores sociales. Es decir, quedan excluidos del engranaje social, expulsados por este capitalismo con piel de cordero en el que, por seguir con el asunto principal de este artículo, una institución como el Banco Central Europeo decide premiar a los bancos y hacerles aún más ricos gracias a la subida de tipos y ahogar a las familias hipotecadas para terminar, como están advirtiendo expertos economistas, generando una parálisis de la economía y una recesión en Europa. Entonces volveremos a ver destrucción de empleo, parón del consumo, subsidios, colas del hambre, etc. Eso sí, se excusarán diciendo que han logrado bajar la inflación por debajo del 2%.

Quiero terminar dejando aquí las palabras -que publicaba hace unos días eldiario.es- del multimillonario promotor inmobiliario australiano Tim Gurner en un importante foro económico en donde defendió que subiera el paro para acabar con la “arrogancia” de los trabajadores: “Tenemos que ver dolor en la economía. Tenemos que recordar a la gente que trabajan para el empresario, no al revés”.

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