Recientemente, en las Islas Canarias, miles de personas, vecinos y vecinas de aquel territorio, se manifestaron en sus calles para protestar contra el turismo de masas bajo el lema “Canarias tiene un límite”. Esta movilización -que tuvo una considerable cobertura informativa en grandes medios de ámbito nacional, y generó debate y opinión- es la última escenificación de un problema que lleva años gestándose y afecta a distintas ciudades españolas y territorios de nuestro país: el actual modelo turístico de masas.
¿Qué modelo de crecimiento económico queremos?
Nuestro país y sus gobernantes -especialmente en el ámbito autonómico- deben parar, plantearse algunas cuestiones y reflexionar:
- ¿Qué modelo económico queremos para las próximas décadas?
- ¿Vamos a “vender” el territorio y nuestro bienestar social a cambio de unos beneficios que son “pan para hoy y hambre para mañana”?
- ¿Queremos ser el parque de atracciones de Europa o un destino turístico de calidad que aporte otras opciones más allá del “sol y playa”?
- ¿Queremos arrasar nuestras costas y espacios naturales y expulsar a los residentes de sus ciudades para convertirlas en museos al aire libre dotados sólo con vivienda vacacional para el alquiler?
- ¿Hasta cuándo vamos a tolerar que la avaricia del sector continúe inflando los precios para hacer caja con los turistas extranjeros, dejando económicamente inermes a los ciudadanos para poder disfrutar de su tierra y su cultura?
- ¿Qué porcentaje de todos esos beneficios “récord” que acumula el sector temporada tras temporada repercuten en la economía local, en la sociedad, en los trabajadores y trabajadoras del sector?
- ¿Qué sector puede resultar atractivo para el desarrollo profesional si remunera a sus trabajadores y trabajadores con salarios precarios, jornadas de doce horas y escasa formación?
Ciudades y localidades sólo para turistas
Hay ciudades de nuestro país que están obligando a sus residentes a abandonar sus barrios porque el nivel de precios que se ha impuesto de cara al turista es inasumible para un sueldo medio en España, especialmente en el caso de la vivienda. Pero también hace casi imposible poder disfrutar, tanto a residentes como a turistas, de espacios urbanos cuya densidad de población dificulta el disfrute de la mayoría de opciones de ocio, sean culturales, gastronómicas o comerciales: museos con largas colas, calles abarrotadas, tiendas y comercios con aforos completos, restaurantes y cafeterías con clientes consumiendo en las aceras ante la imposibilidad de ocupar una mesa…
Mención especial merecen plataformas digitales de alquiler turístico como “Airbnb” -y otras análogas- que han convertido localidades costeras enteras y barrios de ciudades españolas en improvisados macro-hoteles sin servicios cuyas “soluciones habitacionales” de alquiler a precios escandalosos -por excesivos- eliminan de la ecuación del negocio turístico a aquellos que quieren ser residentes porque están arraigados allí.
Un cambio de modelo
El impacto que el turismo salvaje está generando en España no podemos medirlo, únicamente, por sus beneficios económicos y la generación de empleo. En primer lugar porque son beneficios irreales si los vinculamos al factor “calidad” del empleo. Como señalábamos anteriormente, seguimos arrastrando un importante déficit salarial, sumado a cargas de trabajo y excesos de jornada normalizados en el sector.
Tenemos la posibilidad de modernizar el sector turístico, tanto en aspectos de gestión empresarial como laboral, en base a un enfoque más social del rendimiento económico, todo ello con una visión más amplia y largoplacista. Debemos conciliar el interés general con el interés de España como destino turístico de primer nivel.
En opinión de UGT, el modelo turístico de masas es insostenible para nuestro país a largo plazo. Estamos a tiempo de cambiarlo, pero hace falta más regulación, menos ultracapitalismo, más empresarios cualificados, menos precariedad laboral, mejores salarios y, sobre todo, una apuesta decidida del Gobierno para potenciar sectores y actividades de alto valor tecnológico que repercutan en la modernización y digitalización del sector Servicios, verdadero motor económico de nuestro país.