En un mundo con amenazas dinámicas, desmantelar medidas de seguridad —por imperfectas que sean— es una temeridad, el debate debe centrarse en modernizar, no en retroceder

Un reciente artículo de opinión publicado en “El Economista”, a raíz de que el nuevo presidente de Renfe, Álvaro Fernández Heredia, se haya pronunciado sobre ello en sus redes sociales, ha cuestionado severamente el sistema de control de equipajes implementado en los trenes AVE de España, calificándolo como «un inútil, carísimo y molesto banco pintado»

La crítica se centra en tres ejes principales: su ineficacia operativa, el elevado coste económico y la incomodidad que genera a los pasajeros.

Ante las críticas vertidas en «El Economista» sobre los controles de equipaje en el AVE, es esencial contextualizar su implementación y defender su relevancia en un marco de seguridad nacional. Si bien es cierto que el sistema actual presenta deficiencias, su eliminación —sin alternativas sólidas— sería irresponsable y contraproducente.

La seguridad no es un gasto, es una inversión

Calificar estos controles como “inútiles” ignora su rol disuasorio. Aunque no replican los protocolos aeroportuarios, su presencia «desincentiva» el transporte de objetos prohibidos y establece un estándar mínimo de protección. Eliminarlos enviaría un mensaje de vulnerabilidad, atrayendo potenciales amenazas en un contexto donde el terrorismo y la delincuencia organizada explotan fisuras en infraestructuras críticas.

Costes justificados vs. riesgos incalculables

El artículo critica el elevado coste, pero omite que la seguridad ferroviaria exige inversión continua. Comparar su presupuesto con la «ausencia histórica de incidentes graves» es falaz: la prevención, por definición, busca evitar daños futuros, no solo responder a lo ocurrido. ¿Es caro un sistema que protege a 20 millones de pasajeros anuales?

Incomodidad vs. responsabilidad colectiva

Las molestias denunciadas (tiempos de espera, inspecciones) son mínimas frente al riesgo de relajar la vigilancia. Sistemas como el Eurostar o el Shinkansen japonés integran controles ágiles sin comprometer eficiencia, demostrando que el problema no es el concepto, sino su ejecución.

Hacia una mejora, no una eliminación

Coincidimos en que los controles deben optimizarse: tecnología inteligente (escáneres automatizados), personal capacitado y coordinación con inteligencia. Pero suprimirlos sería un error estratégico. La seguridad pública no puede subordinarse a la comodidad o el ahorro inmediato; exige visión a largo plazo.