Desde el algoritmo de Prueba de Aptitud del Programador de IBM en los años 70, que directamente excluía a las mujeres de cualquier puesto de programación al reciente algoritmo de Amazon para el reclutamiento de personal, que penalizaba la palabra “mujer” a la hora de escoger una candidatura, hasta los algoritmos de búsqueda de imágenes, que estereotipan profesiones (medicina=hombre; enfermería= mujer), pasando por el chatbot de Microsoft (Tay) y otros muchos ejemplos, la realidad es que el sesgo de género continúa muy vivo en los entornos digitales. Sin olvidar el machismo que está detrás de aplicaciones que, a cambio de un módico precio, realizan un análisis ilegal e inmoral de los datos que generan sus empleadas, con el fin de proporcionar a los empresarios datos sobre aquellas trabajadoras que quieren tener hijos. Hablamos también de plataformas digitales que recopilan datos tan sensibles y privados como los ciclos menstruales o las situaciones de embarazo. Ruindad y digitalización unidas contra los derechos, la privacidad y la dignidad de las mujeres.

Las personas trabajadoras y la representación legal de las mismas (Sindicatos y Comités) tiene a su disposición herramientas para vigilar estos abusos. Desde el Estatuto de los Trabajadores, que reconoce el derecho a recibir información sobre la aplicación del derecho a la igualdad y no discriminación entre mujeres y hombres, al Real Decreto 901/2020, referente al diagnóstico en un contexto de elaboración de un Plan de Igualdad, son poderosas herramientas que vamos a usar para defender los derechos de las mujeres.

Por ello, UGT comenzará a incluir en los diagnósticos de los Planes de Igualdad el impacto de las decisiones algorítmicas y de la IA en materia de igualdad entre mujeres y hombres cuando se tomen decisiones automatizadas en las empresas. Decisiones que están ya afectando a aspectos clave como la selección del personal, los salarios, las promociones y la organización del trabajo, así como en la vigilancia algorítmica, cada vez más presente en los centros de trabajo.

Muchos ignoran que la madre de la algoritmia fue una mujer, Augusta Ada King, Condesa de Lovelace, auténtica pionera en el uso de las matemáticas con finalidades decisorias. Una adelantada, un talento natural desbordante, cuya figura tiene más valor si cabe al tener que sobreponerse a las brutales condiciones de rechazo a la inteligencia femenina que regían en el siglo XIX. Seguramente, esta falta de reconocimiento público a la figura de Ada sienta las bases del machismo tecnológico que vivimos en nuestros días.